Jesse Owens gana cuatro oros y Hitler abandona el estadio

Hablar de los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 es hablar de Jesse Owens y de Adolf Hitler. En 1936, el Führer ya estaba en el poder y el fanatismo nazi se había apoderado de Berlín y Alemania. Había esvásticas por todos lados y el discurso de la superioridad aria alemana ya estaba instalado en los germanos. Además, en Europa sonaban los tambores de guerra.

Frente al creciente racismo alemán, en Estados Unidos la situación no era tampoco idílica para los afroamericanos, ya que la segregación racial aún era profunda. Esos fueron el tiempo y el ambiente en los que Jesse Owens dejó su huella.

El atleta nacido el 12 de septiembre en 1913 en Alabama que marcó los JJOO de 1936 ya tenía algo de su leyenda escrita cuando llegó a Berlín. En los juegos clasificatorios de Estados Unidos de 1935, Owens estableció tres nuevas marcas mundiales e igualó una. Lo que puede ser calificado como el logro de una vida, a Owens le tomó unos 45 minutos. A partir de ese día, a Owens se lo conoció como el "Antílope de ébano" debido a su velocidad.

Para los Juegos Olímpicos de Berlín el régimen nazi había invertido 30 millones de dólares, mucho más que los 2.5 millones que se invirtieron en Los Ángeles. Hitler quería limpiar la imagen de su gobierno y además, dejar constancia de la superioridad aria en este caso, en los deportes. Si bien los alemanes ganaron en el número de medallas, los nazis no estaban preparados para la sorpresa que les iba a dar Owens.

Cuando Owens llegó a los JJ.OO. tenía apenas 23 años y ya era el hombre más rápido del planeta con un tiempo de 10.2 segundos en los 100 metros planos. En Berlín, Owens superó a los favoritos alemanes y ganó 4 medallas de oro en los 100 metros planos, en los 200 metros, en el salto de longitud y la carrera de relevos 4x100 con 39.8 segundos superando la marca de los 40 segundos. Owens no sólo se convirtió en el primer atleta estadounidense en ganar 4 medallas en un solo JJ.OO., sino que trajo abajo los argumentos de la superioridad racial que Hitler pregonaba.

Según los reportes, el día de los logros de Owens, Hitler saludó a los ganadores alemanes y luego se retiró del estadio sin saludar y felicitar al atleta afroamericano. Sobre eso se han recogido declaraciones del mismo Owens. Aquí algunas: “Nunca recibí el saludo de Hitler, pero tampoco fui invitado para recibir el saludo del presidente en la Casa Blanca”, “Hitler no me desairó, fue Franklin D. Roosevelt quien lo hizo”.

Owens fue reconocido más tarde en su vida por el presidente Gerald R. Ford, quien le dio la más alta distinción de Estados Unidos: la medalla de la libertad. El atleta murió el 31 de marzo de 1981 tras una larga batalla contra el cáncer de pulmón.